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El Eterno Viajero

  A finales de siglo, un anciano pescador y su esposa decidieron aceptar huéspedes en su casa para ganar un dinero extra, quienes se convertían en visitantes de ese hospedaje, no solo disfrutaban de una cómoda cama y un techo como resguardo, sino también, disfrutaban de los manjares proporcionados por la anciana y se entretenían con las increíbles historias de su marido, que era un gran contador de anécdotas, de dudosa credibilidad como todas las contadas por los grandes pescadores. La casa era grande, de arquitectura rustica, el gran numero de habitaciones daba cuenta de lo abultada que había sido la familia para la cual fue construida, a tan solo 100 metros de la costa, un viejo muelle invitaba a navegar, a lo lejos un antiguo faro parecía custodiar la morada, era habitual que el viejo se ofreciera a dar un paseo en barco a los huéspedes mientras le señalaba lugares al azar en donde según él, había sabido capturar peces de los mas diversos tamaños y formas. Se dice que para des...

Amarga espera

A el le gustaba pararse en los escalones de mármol y contemplar los capiteles dóricos, envueltos en capullos soñolientos y fragantes. El sol se filtraba en finos haces a través de las ramas retorcidas. Las abejas zumbaban en la maraña de brillantes hojas verdes debajo de las cornisas desnudas. No importaba que el lugar fuera tan sombrío tan húmedo. A pesar de todo, la decadencia del lugar lo perturbaba. Las arañas tejían diminutas telas sobre las rosas de hierro, tan oxidadas en algunos sitios que se desintegraban al tacto. Y un poco por todas partes, en los porches, la madera de las barandillas estaba completamente podrida. Ese paisaje tan desolador y deprimente, era los Campos Elíseos en comparación con su lúgubre alma, que hacia 20 años se desgarraba diariamente al anochecer, para volver a reconstruirse al alba, y luego de todo un día de agonía, volvía a deshilacharse para volver a completar el ciclo una y otra vez. Todo comenzó dos décadas atrás, cuando su reina huyo entre ga...